jueves, 14 de agosto de 2008

La Otra Mirada A LAS NUEVAS CULTURAS JUVEILES



La Otra Mirada A LAS NUEVAS CULTURAS JUVEILES



A continuación se presentan una serie de perspectivas que pueden contribuir a potenciar una mirada más heterónoma de estas nuevas culturas juveniles. Nos centraremos principalmente en los aportes de la Escuela de Chicago, la escuela de Estudios Culturales de Birmingham, el aporte de Maffesoli sobre la “neotribalización de las sociedades de masas” y el postestructuralismo en su versión foucaultiana, entre otros.
Como se ha mencionado anteriormente, este proceso de modernidad ha provocado la desintegración de la comunidad y una ruptura de las relaciones primarias; los espacios culturales locales sufren los embates de la globalidad desestabilizándose antiguas formas establecidas de identidad y cultura, siendo reemplazadas por espacios culturales nuevos y distintos; espacios que tienen la característica de ser globales.



La pregunta que surge entonces es: ¿Cómo reconstruyen la comunidad, las relaciones primarias y la identidad (entre otros cosas) los jóvenes que pertenecen o se nuclean alrededor de lo que se ha denominado tribus urbanas?



La intuición que asoma, resulta de una paradoja. La idea de la modernidad asimilada a la aldea global, del predomino de una sola cultura, en el fondo, de una cultura hegemónica, encuentra su respuesta en la aparición de microculturas o microsociedades; de nuevas sociedades primitivas - en el sentido durkheimniano de elementales - que empiezan a emerger en las grandes ciudades alterando el mapa urbano - en lo que la escuela etnográfica de Chicago llamara las zonas intersticiales de la ciudad - y el orden metropolitano[17]. En el fondo, lo que se intentaba destruir (la variedad cultural) acaba reconstruyéndose o recreándose en nuevas formas de culturas urbanas, en algunos casos contestatarias a la cultura dominante.
Estas microculturas, cuya expresión visible son lo que denominaremos tribus urbanas, comienzan a ser estudiadas allá por lo años 30, por lo que se ha llamado dentro de la tradición sociológica, la Escuela de Chicago o escuela de “ecología urbana”, la cual se va a centrar en temas que en esa época eran considerados marginales, como la delincuencia, la marginación social, la prostitución, las culturas juveniles (pandillas, bandas); temáticas que emergen en el nuevo ecosistema urbano de Chicago.
Centrándonos en el ámbito de las culturas juveniles, uno de sus primeros autores (Robert E. Park) parte de la idea de que la ciudad facilita la producción de comportamientos desviados, debido al ambiente de libertad y soledad de las grandes urbes, en contraposición a las comunidades rurales donde este tipo de comportamiento no era aceptado y se reprimía. Por lo tanto, la ciudad era el terreno favorable para que se difundiera éste tipo de conductas, mediante un mecanismo de “contagio social” que generaba “regiones morales” donde prevalecían normas y criterios “desviados”. Uno de los efectos visibles de este proceso es la proliferación de bandas juveniles callejeras (street gangs) en ciertos territorios de la ciudad.
En esta misma época, Frederik Thrasher (1929) publica su investigación sobre bandas (The Gans. A Study of 1313 gans in Chicago), constituyéndose en el primer intento de sistematizar el conocimiento de éstos grupos; grupos que no surgían indiscriminadamente, sino que se relacionaban con un determinado hábitat, lo que el llamaba las “áreas intersticiales” , aquellas zonas de fractura entre dos secciones de la ciudad. También se encuentra en esta publicación, la primera definición del concepto de banda:
“ la banda es un grupo instersticial que en origen se ha formado espontáneamente y después se ha integrado a través del conflicto. Esta caracterizado por lo siguientes comportamientos: encuentros cara a cara, batallas, movimientos a través del espacio como si fuera una unidad, conflictos y planificación. El resultado de este comportamiento colectivo es el desarrollo de una tradición, una estructura interna reflexiva, esprit de corps, solidaridad moral, conciencia de grupo y vínculo a un territorio local”
[18]
Las claves que arroja esta definición se pueden encontrar en la solidaridad interna, vinculación a un territorio y constitución de una tradición cultural distintiva como eje de agrupación.
Posteriormente William Foote White en su publicación La Sociedad de las Esquinas (1943), se centra en el sentimiento de solidaridad como constitutivo de estos grupos, lo que genera un fuerte sentimiento de lealtad, fundamentado en la ayuda mutua. Constata que los jóvenes desarrollan profundos lazos afectivos que vienen desde su infancia, lo cual los lleva a considerar al grupo como su familia, y a la calle como su casa. Junto con esto, Foote White, destaca que la naturaleza de estos grupos no es prioritariamente delictual, lo cual lo lleva a criticar la “miopía” de aquellos que etiquetaban a este tipo de jóvenes como desviados o anómicos.
De esta manera, la escuela de Chicago centrará sus estudios en jóvenes de la calle, y por lo tanto “jóvenes populares”, donde la identidad se construye en las esquinas, dando origen a microculturas contestatarias y disidentes, en contraposición por ejemplo al enfoque estructural funcionalista, el cual se centrará en los jóvenes de clase media, aquellos que construyen su identidad en la escuela, y cuya rebeldía no rebasará los límites impuestos por la institucionalidad.
Por otra parte, desde las contribuciones del grupo de Estudios Culturales (Escuela de Birmingham), podemos rastrear la categoría de lo juvenil a partir del soporte: hegemónico/subalterno (Gramsci). A este respecto resulta significativo hacer referencia a dos líneas teóricas inscrita en esta tradición de pensamiento y que se anudan poderosamente con nuestra temática.
La primera línea teórica desarrollada por Stuart Hall (1983), en su estudio titulado: “Resistencia mediante rituales” (1983), emplea la noción de subculturas juveniles como operaciones de resistencia de los jóvenes de clase trabajadora. Estas operaciones de resistencia subcultural son el resultado de diversos rituales juveniles que refuerzan el sentimiento de la identidad grupal y la espacialidad, transgrediendo no sólo los patrones culturales hegemónicos, sino que también los que se promueven al interior de la cultura “popular”. Reeditando, a partir de estos rituales, la vigencia los patrones contra-hegemónicos contenidos al interior de la clase social de la cual provienen, pero otorgándoles un nuevo rendimiento crítico frente al avance de la racionalidad económico/instrumental.
En segundo lugar, D. Hebdige (1994) incursiona en la noción de subcultura contemporánea a partir del cruce entre los Estudios Culturales (S.Hall) y el Estructuralismo (Althusser y Barthes). Produciendo una lectura refrescante de las subculturas juveniles (punks) a partir de la construcción de léxicos que logren decodificar los mensajes que existen más allá de los estilos.
Desde otra perspectiva, Michel Maffesoli (1988) quien es el primer sociólogo que diagnostica el proceso de neotribalización en las sociedades de masa, va a plantear que el eje fundamental de estas nuevas agrupaciones gravita sobre una contradicción básica y característica de la sociedad moderna: auge de la masificación v/s proliferación de microgrupos. Por un lado, la masa, la gente -en tanto concepto y expresión de una contingencia- carecería de una identidad potente y transparente, como era el caso del proletariado del siglo XIX. Mientras que por el otro, la noción y el fenómeno de las Tribus Urbanas constituyen una respuesta al proceso de “desindividualización” consustancial a las sociedades de masas, cuya lógica consiste en fortalecer el rol de cada persona al interior de la agrupación.
Para este autor lo que está en transformación son los mecanismos clásicos de la organización social:
· Pasamos de la importancia en la organización política-económica a la importancia de las masas.
· Saltamos de la individualidad (la función) a la persona (el rol).
· Nos desplazamos de los grupos contractuales a las Tribus Afectivas.
Los valores específicos de estos grupos están asociados:
· Autoafirmación de la subjetividad en y con el grupo.
· Apropiación y defensa de la territorialidad, de la ciudad como espacio simbólico donde se construye identidad.
· Predominio de las experiencias estético/sensibles, lo sensorial (lo corporal, lo táctil, lo visual, la imagen, lo auditivo, etc.).
Para Maffesoli, los rasgos básicos del proceso de neotribalización contemporáneo están asociados con los siguientes tópicos:



1. Comunidades Emocionales: lo determinante de este elemento se vincula al carácter predominantemente afectivo/emotivo que se fragua al interior de estas agrupaciones, remodulando –frenando- el imperio de la racionalidad formal -instrumental, productiva y calculabilista- que predomina en la intemperie de las grandes metrópolis contemporáneas.
2. Energía Subterránea: en este punto la inercia, la verticalidad y la uniformidad que caracteriza al continum de la sociedad actual se ve resquebrajado por una multiplicidad de léxicos -prácticas sociales polisémicas y alternativas- cuyo contenido se expresa a través de una grupalidad experiencial o un vitalismo que sitúa su flujo más allá del eje individualismo/muchedumbre.
3. Sociabilidad Dispersa: bajo esta noción lo Social emerge como un discurso omnipresente y que se expresa a través de relaciones contractuales urbanas entre individuos -mayoritariamente adultos- que comparten los patrones culturales y sociales definidos por el saber hegemónico (discurso apolíneo). Mientras que soterrada e intersticialmente se abre paso un discurso discontinuo y fragmentario (discurso dionisíaco) –expresión de un saber parcial- que se opone a la lógica dominante, asumiendo estrategias de interacción diversificantes que fundan una nueva socialidad neotribal. Lo interesante en esta reflexión es que ambos discursos intentarán medir inevitablemente sus fuerzas en algún tiempo y espacio determinado.
4. Fisicidad de la Experiencia : el espacio físico –la urbe- se transforma aquí en un factor determinante en la conformación del entramado biográfico intersubjetivo. El espacio como artificio cultural que permite “formatear” la dimensión existencial del ser. Lo significativo aquí parece ser que a mayor globalización y cosmopolitismo metropolitano, mayor será el deseo de identificación espacial localista e intimista.
Dicho lo anterior, podemos poner en circulación –siguiendo a Costa, Pérez y Tropea (1997)- un esquema referido precisamente a los elementos que caracterizan y definen el fenómeno de las Tribus Urbanas en la actualidad:



· Tribu Urbana como conjunto de pautas específicas –subculturales- en las que el joven reafirma su imagen, este proceso involucra un nivel significativo de compromiso personal.


· La Tribu Urbana funciona como una micro-mitología, una pequeña gran historia, un micro-relato que contribuye en la construcción de identidad y que provee a los sujetos de un esquema comportamental que permite romper el anonimato.


· La Tribu Urbana supone un conjunto de juegos, rituales y códigos representacionales que un individuo corriente no conoce o no maneja. Estos patrones suponen la transgresión a las reglas socialmente instituidas.


· El proceso de tribalización supone toda una apropiación de símbolos y máscaras irreverentes que reafirman la pertenencia grupal.


· La mayoría de las Tribus Urbanas constituyen en sí mismas un virtual dispositivo discursivo de disidencia (la subcultura) y desestabilización del orden adulto, dominante o hegemónico.


· El look menos convencional lleva en sí mismo una actitud de resistencia a la sociedad, pudiendo incluso expresarse violenta o agresivamente.


· La relación de pertenencia es globalizante, abarcando a veces la existencia completa de todas las dimensiones de la vida de los sujetos. En este sentido, se juega un proceso de desresponsabilización personal de las acciones.


· Los Punks y los Skins son las Tribus paradigmáticas y que mejor reflejan las características anteriores, constituyendo además los dos ejes extremos donde oscilan el resto de las Tribus existentes.


· Música y espectáculo deportivo constituyen los dos circuitos más potentes a través de los cuales las Tribus canalizan sus energías vitales, las válvulas de escape de mejor y mayor rendimiento emocional. Mecanismos de cohesión social, quiebre de la realidad cotidiana, instancia de comunión, la fiesta el baile, explosión corporal, estados alterados de conciencia. Los cantantes ocupan en la actualidad el lugar de los chamanes en las Tribus primitivas: se produce al igual que en la antigüedad la fusión y comunión cuerpo/espíritu por medio de estos rituales.


· Las actitudes más violentas implican un uniforme ceremonial, una imagen que le permite reconocerse así mismo y que los otros también reconoscan en él. A diferencia de las pandillas juveniles tradicionales donde el hecho delictual tiende a ocultarse, en las Tribus no se disimula, al contrario existe toda una suerte de exhibicionismo exacerbado.



Ahora bien, desde una impronta Postestructuralista que permea la línea argumental sostenida hasta aquí, podemos visualizar a las Tribus Urbanas a partir de la constitución hegemónica de un saber metropolitano occidental que se instala como verdad en el cuerpo social, legitimando la existencia de la segregación/exclusión y el control sobre el “saber tribal” y los “cuerpos tribales”. A este respecto el propio Michel Foucault señala: “Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su “política general de la verdad”: es decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos o falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; el estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero.” [19]
En este sentido, Foucault privilegia por sobre el saber científico (jerarquizante, totalizante, instrumental y formalista) el saber genealógico (circulante, específico, autónomo, sin pretensiones de verdad absoluta y animo). hegemónico sobre otros saberes).
Dicho esto, el saber genealógico aparece en este contexto como un saber local, regional y discontinuo, llamamos genealogía al acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales. Es decir, lo que se está poniendo en juego -desde este enfoque- son precisamente los saberes corrientemente descalificados desde la jerarquía científica por carecer de una instancia teórica unitaria o de métodos de verificación que legitimen la producción y circulación de su discurso.
Por estas razones es que Foucault habla de la necesidad de recuperar los “Saberes Sometidos” es decir, los saberes de la gente -saberes locales de la gente-, saberes que contienen y guardan la memoria comunitaria, la memoria de los enfrentamientos, de los conflictos, de las resistencias, de las heridas, de la auto-afirmación de la diferencia, etc.
Pero el saber genealógico también supone un saber erudito, meticuloso, histórico, que no tiene por objeto buscar el origen de lo que somos, sino más bien la emergencia de las discontinuidades, las singularidades, las especificidades, los sucesos únicos que expresan una relación de fuerzas que se invierte.
Para Foucault (1987) el poder se ejerce mediante la producción de discursos que se autoconstituyen en verdades irrefutables. La verdad se traduce en ley gracias al poder, pero el poder se reproduce debido a que existe un saber que se erige socialmente como verdad. No obstante este último hecho, no es concebible el ejercicio del poder sin la práctica de una resistencia a ese mismo ejercicio. Vale decir, en la compleja red de poder siempre encontramos una multiplicidad de puntos de resistencia al poder. No existiría una contradicción fundamental o un gran eje donde se exprese de modo irreductible la contradicción. El poder no se encontraría alojado en un ámbito específico, sino que se encuentra ramificado por todo el tejido social. Del mismo modo, los focos de resistencia también se encuentran diversificados y diseminados por todo el cuerpo social. Donde quiera que exista un micropoder instalado socialmente habrá una operación de resistencia a las prácticas de dicho poder.
Así, aparece lo urbano como el espacio paradigmáticamente moderno de producción y reconstrucción de identidades cotidianamente significadas -de constitución de lo simbólico- y que nos remite invariablemente a un registro circunscrito en la dimensión del poder. Vale decir, a un ámbito donde las identidades -en tanto sustratos dinámicos y provisorios de sentido- se ven ante a la necesidad de (re)pensarse/(re)presentarse incesantemente frente a otras lenguas –saberes- que luchan/compiten por establecer sus propias bases de producción de su actualidad.
La praxis de estas Tribus no sólo expresa el contenido de los “saberes sometidos”, sino que además constituye el resultado de una operación estratégica más consistente que está dando cuenta de formas de resistencia a la economía de los poderes socialmente legitimados. En palabras de Toni Negri, agenciamientos, transformaciones del flujo, donde se expresa una política de la experimentación y de producción de la vida
[20]. El contenido discursivo presente en estas resistencias es lo que abre la posibilidad de sacarle rendimiento a las “socialidades” emergentes o a las producciones conta-hegemónicas que se desplazan en el campo juvenil actual, donde las dinámicas afectivo/comunicativas generan una explosión de los códigos canónicos del saber/poder a través de manifestaciones como la música o los graffiti. Todo ello con el propósito de que se vayan conformando y fortaleciendo aparatos representacionales críticos a partir del rescate de los léxicos y los discursos juveniles contingentes.

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